martes, 29 de mayo de 2007

LA FOTOGRAFÍA COMO RETRATO

Cuando hablamos del retrato, con frecuencia lo solemos asociar como una fotografía del rostro de una persona, pero su esencia va más allá. Un retrato implica la participación de muchos elementos y la perfecta armonía de todos ellos. Desde el equipo a emplear hasta la complicidad del modelo profesional , debemos tener en cuenta que todos los detalles son muy importantes y que el fallo o ausencia de uno de ellos puede estorpecer el resultado final, ya que el retrato es una de las imágenes que más sentimiento transmite.

Además, el retrato no solo se concibe como la fotografía de un sujeto que abarca desde su rostro hasta la mitad del pecho, hasta aproximadamente un palmo sobre el ombligo, también se considera retrato a la fotografía de las manos.

Los retratos pueden ser preparados o espóntaneos, aunque todos presentan un cierto grado de imporvisación. Los fotógrafos deberán de tener previamente elegidos los diferentes puntos de vista; conocer el escenario, las poses que se van a pedir a los modelos y el material necesario.

El principio de un retrato suele consistir en ubicar el sujeto. Es conveniente emplear fondos no demasiado llamativos ni recargados que puedan distraer la atención, ya que el sujeto es lo más importante y, si es posible, situarlos fuera de enfoque. Si hacemos la toma en exteriores es conveniente situar al sujeto de forma que la luz del sol no incida directamente en su cara. Un ángulo de unos 45 grados entre el sol y el modelo puede contribuir a generar unas sombras agradables en su rostro. Una iluminación muy picada, sin embargo, puede dar lugar a alargadas y antiestéticas sombras bajo los ojos y la barbilla. También es importante colocar el sujeto ante el sol, quedando así iluminados los bordes de la silueta a modo de halo de luz. Es imprescindible, entonces, rellenar la sombra de su rostro con un flash, dedicando, eso sí, una especial atención a las sombras creadas por atuendos como gafas o sombreros.

En este tipo de fotos es también relevante la elección de la hora. Resulta recomendable realizarlas al comienzo o al final del día, cuando la luz solar incide muy angulada con respecto al suelo y no genera sombras fuertes. Por otro lado, es especialmente recomendable elegir días parcialmente nublados, pues así podremos aprovechar un tipo de luz más homogéneo y blando.

A su vez, se debe tener muy en cuenta, la posición de las manos, los brazos y el tronco del sujeto fotografiado, elementos imprescindibles en un retrato. Del mismo modo que el punto de vista frontal no es el mejor para capturar un rostro, un cuerpo erguido dista de ser la mejor postura para quedar inmortalizado. De hecho, muchas personas se esfuerzan por adoptar una pose atractiva, logrando generalmente un resultado opuesto al deseado. Para obtener una composición estéticamente agradable, es bastante útil sugerir al modelo que sujete algún objeto o que se apoye en algún lugar, pudiendo adoptar así distintas posturas que no resulten incómodas o forzadas. Sin embargo, hay que tener cuidado de que estos elementos no interfieran en el resultado final de la fotografía. La principal parte del retrato se encuentra en el rostro del sujeto, ya que en él se concentran una parte sustancial de las expresiones corporales. Así pues, debemos tener en cuenta que la cámara y los ojos del sujeto han de estar, para lograr un retrato estándar, a la misma altura. Cualquier punto de vista diferente podría implicar posturas forzadas que, en un principio, es preferible evitar.

Por último, tenemos que prestar atención al enfoque. Aunque lo normal es no tener problemas de profundidad de campo, es posible aunque poco probable que el enfoque pueda perderse ligeramente, sobre todo si utilizamos focales largas. Para evitar que la profundidad de campo se convierta en un error, lo mejor es mantener el punto de enfoque en los ojos del sujeto o, si no está de frente, en el ojo más cercano a nuestro objetivo.

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